El papel del notario público en zonas rurales: mitos y realidades

Notario público: más que una firma y un sello
En pueblos y comunidades rurales, el notario público es visto, muchas veces, como una figura lejana, costosa o innecesaria. Sin embargo, su papel es clave para darle legalidad a muchos actos cotidianos: la compraventa de terrenos, los testamentos, las sucesiones y hasta la conformación de cooperativas. ¿Qué tanto se entiende su función en estos contextos? ¿Es cierto que solo están para los ricos o para las ciudades?
¿Qué hace realmente un notario?
El notario es un fedatario público autorizado por el Estado para dar fe de actos y hechos jurídicos. Su presencia garantiza que lo que se acuerda entre las partes sea legal, esté bien documentado y tenga validez frente a cualquier autoridad. En zonas urbanas es común su uso; en zonas rurales, no tanto.
¿Por qué no se les busca tanto en el campo?
Las distancias, los costos y la desinformación han provocado que muchas personas en comunidades rurales eviten acudir a un notario. En lugar de eso, se hacen contratos privados, se firman papeles “de palabra” o se confía en acuerdos verbales que, con el tiempo, pueden explotar en disputas legales imposibles de resolver.
Consecuencias de no formalizar
No escriturar una propiedad, no registrar un testamento, no dejar constancia de un préstamo… todo eso puede parecer menor hasta que llega el problema. Pleitos familiares, juicios intestamentarios, ocupaciones indebidas, pérdida de derechos. Todo por evitar un trámite que, en muchos casos, hubiera prevenido años de conflictos.
Los mitos más comunes
Uno de los mitos más fuertes es que “el notario es solo para ricos”. Otro, que “solo sirve si vas a comprar una casa en la ciudad”. También se cree que todo trámite con notario es carísimo. Aunque hay procesos costosos, muchos servicios tienen tarifas reguladas por el Estado, y en casos de interés social existen esquemas de subsidio o jornadas notariales gratuitas.
¿Y si no hay uno cerca?
En algunos estados, hay municipios enteros sin presencia notarial. Esto obliga a los pobladores a trasladarse decenas o cientos de kilómetros para hacer un trámite. Una posible solución ha sido la figura del “notario itinerante”, aunque aún son pocos. Otra vía son las jornadas notariales móviles impulsadas por gobiernos estatales, pero suelen ser esporádicas.
¿Qué hace falta?
Una estrategia nacional que acerque los servicios notariales a las comunidades rurales. No solo físicamente, sino también con información clara, en su idioma, y con acompañamiento que les permita entender por qué firmar un documento bien hecho puede marcar la diferencia entre la estabilidad o el desastre legal.
No es lujo, es necesidad
Acceder a un notario no debe verse como algo exclusivo o de lujo. En zonas rurales, es muchas veces la única vía para dejar en orden la tierra, la herencia o los acuerdos comunitarios. Ignorar su papel solo perpetúa la informalidad jurídica que tanto daño hace cuando llega un conflicto.
Legalidad con rostro humano
Un notario que se acerca, que escucha y que adapta el lenguaje jurídico a la realidad local puede convertirse en un aliado de primer nivel. Porque dar certeza legal no debería ser un privilegio de quien vive en la ciudad, sino un derecho al que toda persona pueda acceder, viva donde viva.